Una semi leyenda deportiva está cumpliendo años

Tiempos difíciles, por la realidad de una pandemia y la incertidumbre de cuál será al final el maldito legado que nos dejará

Hasta para dudar en festejar un cumpleaños, pero el fútbol siempre ha sabido superar las desventuras que lo han acechado y el club que hoy nos ocupa ha sido un especialista a través de su historia en ponerse de pie e ir por la revancha cada vez con mayor entereza.

Se ha movido bárbaro en esa semi leyenda que acompaña la trayectoria de tantos clubes del interior profundo. Los enigmas, controversias, discusiones basadas en distintas bibliotecas sobre su nacimiento son dignos de un libro de misterios futbolísticos.

Su historia oficial arrancaría un 16 de setiembre de 1956, pero solo sería una de sus reencarnaciones. Porque en 1941hay documentos que lo muestran compitiendo oficialmente y ni que hablar de aquellas andanzas de principios del pasado siglo que lo sitúan en las Chacras de la Florida aldeana y agrícola.

Dicen que al querer afiliarse se encontró con que había otro club con su mismo nombre, colores y diseño de camiseta y que en una timba reglamentaria, perdió el nombre, pero se quedó con la hermosa camiseta que varias generaciones han sabido engalanar con triunfos y defender con hidalguía. Su gente, tan laburadora como emprendedora y terca, un día se llevó puesto un monte de robustos eucaliptus para tener su primera cancha en serio que iría transformando en funcional complejo deportivo.

Los adelantados que siempre abundaron en el club un día cualquiera coincidieron en que nunca habrá un futuro prometedor si el mismo no se basa (aunque parezca paradójico) en un presente donde los niños sean protagonistas de primer nivel. Por eso y desafiando la pandemia y otras yerbas, el sábado docenas de esos niños comenzarán la competencia en un Fútbol Infantil al que la pandemia le llevó un referente de la talla del «Ruso» Riviezzi, pero de ninguna manera podrá doblegar el esfuerzo mancomunado de abuelos y padres para que sus nieto@s y sus hijo@s encuentren en una pelota el más sencillo pero a la vez más integrador de los juguetes.

Y estarán los nietos, bisnietos o tataranietos del Candil de 1941, de 1956 o los de aquellos que se conocían como los chacareros del San Lorenzo de Candil, una trilogía llena de misterios y leyendas deportivas, que un candilero de ley como Juancito Barreiro hasta supo transformar en un libro.

Felicidades, pibes de Candil, el pasado que los precede es enorme, pero siempre serán el futuro y los sueños los que no aceptan límites.