#CopaOFI
Una nueva final de la orejona, la Champions criolla

Esto es vida
Rómulo Martínez Chenlo
¿Para qué mierda vive uno si no es para vivir cosas como estás? La trinchera de pelear la tapa negociar los viáticos buscar el camino ya quedó atrás.
A las 6 de la matina suena el despertador, apronto un buen matungo, tiro las herramientas para adentro de la mochila y pateo 30 cuadras hasta llegar a la ruta. No es changa pal que no vive en la capital salir de las casas pa irse a querencias ajenas.
Con Fernando, que venía de Minas, quedamos de encontrarnos en ruta 5 y en la 81 a las ocho de la mañana, entre nubes, pajaritos, lluvia, sol naciente y olor a campo y asfalto. Lavalleja, Florida, Canelones, San José, Flores, Colonia, Soriano y Río Negro, son los departamentos que unimos para, seis horas después de salir de casa, llegar al Liebig’s de Fray Bentos donde la orejona presidiría la fiesta.
¿Tas loco, muchacho, que vas a ir a jeder ahí todo el día arriba del auto y para qué?
¡Para esto, muchacho!, para vivir una jornada inolvidable, única, irrepetible, pero asimismo conocida, buscada, querida, ansiada.
Estar ahí
Todos los futboleros y futboleras conocemos lo que es llegar a este momento, empujar por la gloria, tener la llave del campeonato y esperar, sufrir o disfrutar la final. La diferencia, esencial, vital y hasta emocional, es que acá donde se juega todo, como se juega en el Centenario, en el Maracana, en el Bernabeu o en Wembley, los que están en la cancha son vecinos del que está cerrando por el segundo palo, del que cabeceó afuera, del que trancó en la mitad de la cancha. Y si no es así, si no sabes ni cómo se llama ni dónde nació ni a qué se dedica además de jugar al fútbol con esa camiseta rayada y de bastones verticales que lleva la número 3, o la otra de un solo color que tiene en su espalda la 10, es fácilmente proyectable a cualquiera de la gente de tu entorno o conocimiento: la veterana que grita parece la Choli, ¿el puntero chiquito y rápido no se parece al Ñato cuando jugaba en la blanca o en la diagonal?
Todos somos ellos, y ellos todos son como nosotros.
La pasarela de la vida
Ravioles apurados gente nerviosa y tranquila, ómnibus llenos, autos repletos, mates lavados, paquetes de galletitas sin terminar, y frondosos pero perennes refuerzos de milanesas son parte de la utilería de la final.
La gente llegó con esperanza, con sueños, con expectativa sin abatatarse y con la más linda de las sensaciones posibles, la de ser los cruzados del pueblo que llevarían para su comunidad la copa. Todo el día, toda la semana esperando la final, y ese momento único que son tres, cuatro, cinco horas de emoción de gloria de frustración.
Los veteranos llegan a paso justo, los muchachos acomodan el jopo mientras por la pasarela pasan con sus camisetas, mientras las gurisas por la misma pasarela trilla como si estuvieran en el baile con sus pelazos de peluquería y la albiverdes o la roja como top.
Hay mates, tangerinas, hombres de corbata mujeres vestidas de futbolistas. ¡Hace calor en este 6 de agosto o soy yo que estoy desempleado por la emoción de otra final del mundo! La cancha divina. ¡Wembley! dice uno. Todo el pueblo, este y aquel otro en el estadio.
La primera vez nunca se olvida
Pasaron 109 partidos, en las más diversas canchas, con las más variadas indumentarias, con figuras atléticas de innegable proyección, con buzardas prominentes que no renuncian a su hambre de gloria pueblerina, con kilómetros hechos en camiones o en un buses de dos pisos, con estadios internacionales como el Campus de Maldonado o canchitas casi vecinales con sus alambrados de hilos.
Pasaron ternas de árbitros con uniformes color ratón, desteñidos cuervos que no leyeron la care label que dice “no secar al sol”, penales cobrados y travestidos en tiros libres, grescas, pastelitos de dulce de membrillo, bollos, bizcochos, tortas fritas y cervezas. Pasaron 24 equipos, 76 días más de 700 deportistas y, este domingo 6 de agosto de 2023 Universitario ganó por primera vez en la historia a la orejona, la copa de campeón de clubes del interior, convirtiéndose en el club número 32 en obtener el más preciado título clubístico de la Organización del Fútbol del Interior.
La U hará de esa fecha, del 6 de agosto, una marca inolvidable en su historia, mientras que los raneros con la medalla de plata estarán pensando en el sueño del año que viene, determinados a empezar de nuevo, en su liga, en su pago, para tratar de encontrar un hueco para volver a pujar por la orejona de los gauchos patones.
Esto es vida.
*Parte de este texto apareció publicado por primera vez en la diaria
